He visto quejarse a muchos colegas empresarios por sus equipos de trabajo, les molesta la poca efectividad para solucionar problemas, la incapacidad de ajustarse al cambio de las condiciones en los mercados o la falta de pericia para avizorar los problemas futuros.
La lista anterior parece ser uno de problemas pero con el tiempo he aprendido a reconocer que no son más que síntomas del problema real: la falta de innovación dentro de la organización.

Los humanos en el fondo tememos al cambio, queremos que las cosas sean constantes e inmutables; cuando las circunstancias nos obligan a cambiar nos sentimos incómodos, peor si lo que se pone en tela de juicio son nuestros axiomas. Lo primero que pensamos es que cada uno de ellos nos ha costado tiempo y esfuerzo y sobre ellos construimos un esquema de pensamiento que nos da seguridad y nos permite subirnos en el podio de nuestros prejuicios y desde allí pontificar sobre lo que es “conveniente o no”, sobre “lo que funciona o no funciona”, en fin nos permite crear un ambiente donde nos sentimos a salvo.

Una primera reacción en las gerencias es adquirir cosas para solucionar el problema, tales como software y computadores o servicios como redes sociales, consultoría o gurús de todo tipo. Hacer esto sin analizar la raíz del problema es como recetarle gafas a una persona que acaba de entrar a urgencias luego de ser atropellado por un auto, es posible que la persona necesite las gafas y seguramente tendrá una mejor visión con ellas, pero de seguro hay cosas más urgentes que se deben “sanar” antes de pensar en mejorarle la visión.
Cuando decimos que las empresas son las personas parece una perogrullada pero no lo es. Casi nunca he visto procesos para lograr que las organizaciones sean más innovadoras, donde el centro de los mismos sea la formación de los equipos. La única manera de comenzar a cuestionar esto que se viene haciendo “desde siempre” en una organización es lograr que quienes la conforman sean capaces de “mirar desde otro ángulo”, que tengan la capacidad de “salirse de sus prejuicios” y conectarse con lo que está pasando en un ambiente cambiante.

Las empresas, gobiernos y organizaciones que lograron desatarse de la comodidad de sus axiomas y gestionaron mecanismos para que sus equipos internos se atrevieran a preguntarse “¿qué pasaría sí?”, en cada instancia de las mismas, fueron aquellas que identificamos finalmente como ágiles, adaptables, competitivas o como debe llamárseles: “organizaciones innovadoras”.

La innovación no es una moda, quienes tienen este atributo son los que logran convertirse en adaptables y son sólo los que lograr perdurar. Este principio es la base biológica de la evolución, no veo por qué debemos privar a nuestras organizaciones de la capacidad de evolucionar también, la capacidad de aprender de los errores y de ser otras. Aquí esta el verdadero problema, aquí está la verdadera oportunidad.

 

Pedro Colmenares